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jueves, 29 de septiembre de 2016

Un Sevillano de Melilla

Un Sevillano de Melilla

 

Cuando gente ligada al fútbol, ya sean jugadores en activo o exjugadores, se junta, no hace falta decir de qué se habla: de fútbol. Pero no del Madrid o del Barcelona, sino de fútbol de verdad: de cómo te va en tal o cual club, de entrenadores, de anécdotas... y de otros futbolistas. En una de esas conversaciones fue la primera vez que escuché hablar de él. Me dijeron: "En el Sevilla hay un chaval de Melilla que es buenísimo... Se llama Porras".

Ahí quedó la cosa.

Con el paso del tiempo, supe que conocía a su padre de haber comido en su negocio en Melilla, "El Mesón" (creo que así se llamaba). Era una persona muy amable y me dio la impresión de ser tranquilo. Hablábamos un poco siempre, pero no recuerdo que jamás comentara que tenía un hijo que jugaba al fútbol.

El tiempo pasó y nunca tuve la ocasión de ver jugar a Porras. O si lo vi, no era consciente de quién era. Fiché por el Fuengirola con la intención de no salir más de mi pueblo, aunque después no fue así.

Fuimos a jugar contra el CD Ronda, uno de los mejores equipos de la categoría en aquella época. Habían invertido dinero y estaban viviendo una época dorada del fútbol en la ciudad. Entre los nombres de los jugadores rivales, alguien mencionó a Porras. Decían que estaba jugando muy bien y que había equipos importantes interesados en ficharlo. Por entonces, siempre se hablaba de que cualquier jugador que destacaba era seguido por tal o cual club, así que pensé que era otro caso más. Pero me picó la curiosidad: iba a conocer en el campo al jugador de Melilla cuyo nombre había escuchado en aquella conversación.

Y sí, efectivamente lo conocí. Era muy bueno. Extraordinario, diría yo. Un regate fantástico, una alegría en el juego, tremendo cara a gol. Nos metió tres goles (perdimos 5-3 o 5-2, no estoy seguro). Era un jugador diferente, de esos que en los entrenamientos son buenos, pero en los partidos son mejores. Además, tenía un carácter guerrero y un punto de "guasa" en su juego; le gustaba recrearse en sus cualidades y sacaba de quicio a los rivales. Pensé: "¿Este tío es de Melilla?... ¡Este es de Sevilla!".

Porras encarnaba lo que siempre se ha hablado de la escuela sevillana de fútbol: un fútbol de artistas, y él, sin duda, era un artista. No me extrañaba que los equipos grandes quisieran ficharlo.

Lo que voy a contar ahora no lo sé con certeza, solo de oídas, porque a pesar de que más tarde fuimos compañeros, nunca hablamos del tema. Ni siquiera hoy día se lo he preguntado. Dicen que iba a fichar por el Real Madrid, pero no pasó el reconocimiento médico por un problema en la rodilla. Repito, no lo sé con certeza. Lo que sí sé es que Porras era jugador para el Real Madrid sin ninguna duda.

Después de enfrentarnos varias veces, el destino nos unió en el CD Los Boliches. Recuerdo muchas cosas que vivimos juntos y también descubrí el cachondo mental que lleva dentro el amigo Porras. Es un tipo con el que no te aburres. Pero primero contaré un par de anécdotas con él como protagonista.

 Era el segundo partido de pretemporada, el primero que jugábamos en casa con el CD Los Boliches. El primero lo habíamos jugado en Benalmádena contra un equipo inglés de Segunda División, con el que empatamos 



Aún estaba Cayuela de entrenador y ese día se presentaba con nosotros un nuevo jugador de la cantera del CD Málaga, Adolfo. Un chaval encantador y un gran jugador, que sería determinante aquella temporada. En la charla previa al partido, Cayuela dio la alineación y comenzó a explicar la manera de jugar del equipo:

  • "Si hay una falta, la tira Adolfo..."
  • "Si hay un córner, que suba Adolfo y buscamos su cabeza..."
  • "Empezamos desde atrás jugando con Adolfo..."
  • "Tal o cual jugador que guarde la espalda cuando Adolfo salga con el balón controlado..."
  • "Adolfo, Adolfo y más Adolfo..."

En un momento dado, con la "guasa" que le caracteriza, Porras dijo:

  • "Hacemos una cosa: salimos al campo, nos hacemos la foto, nos vamos al banquillo y vemos cómo juega Adolfo".

El descojone fue monumental. Adolfo se puso como un tomate. Salimos, nos hicimos la foto y jugamos todos. Y, efectivamente, disfrutamos de Adolfo durante una magnífica temporada.

La segunda anécdota es más ácida y, por mi parte, con un poco de mala uva.

En la Copa del Rey nos tocó en primera ronda el CD Ejido, primero en su campo. Ellos estaban en Tercera. El entrenador, por llamarlo de alguna manera, acababa de llegar y algún "listo" de turno le dijo que los mejores eran los jugadores del año anterior, que algunos de los fichajes (entre los que estábamos Porras y yo) no estábamos para jugar. Muy "bolicheros" ellos, haciendo equipo...

Efectivamente, el entrenador nos dejó en el banquillo. No jugamos ni un minuto.

Cuando el equipo salió a calentar, Porras y yo nos quedamos en el vestuario y me dijo:

  • "Increíble, Agus. ¿Cómo debemos estar para que seamos suplentes en este equipo?".

Yo, en un ataque de vanidad, le contesté:

  • "Cojos somos titulares indiscutibles aquí".

El partido terminó 0-0 y, gracias, porque el Ejido nos dio un auténtico baño. En el partido de vuelta, el entrenador ya iba viendo lo que había y escuchaba menos a los "listos". Jugamos, como era lo natural, y ganamos 5-0. El CD Ejido parecía un equipo de peñas malas en nuestras botas.

A título informativo, diré que tanto Porras como yo, los "cojos", jugamos 30 partidos de Liga más la Copa: yo jugué 34 y Porras 35 de un total de 44. No está mal para unos "inválidos". Es una pequeña venganza por si algún "listo" de la época lo lee. Fueron muy injustos y mezquinos con algunos de nosotros.

Juan Ramos Porras era uno de esos jugadores que venía para mucho más. Le sobraba talento y personalidad, pero la mala pata (nunca mejor dicho) no le permitió jugar en el club de sus amores. Y el club de sus amores no tuvo la suerte de contar con un fenómeno.

Jugando al fútbol, era un sevillano de Melilla.


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